De comedias

Siempre ha existido la confrontación entre tragedia y comedia, nuestros clásicos griegos ya se ocuparon de sentar las bases de una discusión que podría parecer sólo literaria pero que a poco que nos empeñemos podremos llevarla al plano vital. El poder de la risa, y nada que ver con esas técnicas tan actuales de la risoterapia y estupideces por el estilo que el hombre del S. XXI tiene a bien sacarse de la manga para matar el rato o el hastío. No me imagino yo reír por reír rodeada de desconocidos con un gurú a la cabeza del montaje, prefiero reír sola, para qué engañarme. El onanismo es una práctica muy sana que aplicada a la risa también tiene su sentido.

Pero hoy me apetece ocuparme de la solemnidad, esa ceremonia de los que se toman demasiado en serio a sí mismos, sin dudas y con empaque social. La solemnidad me provoca urticaria o ganas de provocar, no hay término medio. Creo que la causa debe ser que yo nunca conseguí sentir la gravedad de mi persona, alguna carencia de mi ADN o trauma infantil, no lo descarto, pero por mucho que intento no burlarme de mí misma y mis ocurrencias no hay forma de conseguirlo. Existen temas con los que nunca gastaría bromas ni suelo consentir que a mi alrededor se hagan, son los que tiene que ver con el dolor ajeno porque me parece de recibo respetar algo y puestos a hacerlo éste debe recaer en aquello que nos iguala: un hecho universal. Lo que provoca la risa puede depender de la cultura y sus usos, el dolor no, el dolor es común a todos y sus causas también.

Pero este mundo nuestro de los blogs se presta mejor que ninguno a la solemnidad. Pensamientos expresados en pocas palabras, sin gestos que alivien su carga y la mayor parte de las veces sentando cátedra como si estuviéramos en posesión de la verdad o al menos lo creyéramos. Este hecho puede ser matizado con los comentarios y a ellos me remito para calibrar mi gusto por un blog concreto. Si existe humor, si se huye de la gravedad y la seguridad de lo expresado e incluso se permite la discusión aunque sea de forma surrealista significará que se trata de un lugar agradable para mí, que su autor no confunde churras con merinas, o lo que es lo mismo, la seriedad de lo contado con la pomposidad de su opinión. La seriedad se confunde demasiado a menudo con el protocolo y hay quien opina que entra en contradicción con la risa y la guasa. No es mi caso, qué le vamos a hacer.

Y toda esta perorata para advertiros que ando más gamberra de lo acostumbrado. La alegría y mi sinvergonzonería suelen ir de la mano y no lo evito. ¿No os decía yo? Tras una charla tan seria… ¡ay, Jesusito de mi vida, qué cruz de mí misma!