Delitos sin faltas

A lo largo de toda nuestra vida hemos de enfrentarnos a decisiones angustiosas, elecciones morales. Algunas son a gran escala; la mayoría de estas elecciones se centran en cuestiones menores. Pero todos nosotros nos definimos a través de nuestras elecciones. Somos, de hecho, la suma total de nuestras elecciones. Pero los acontecimientos se producen de una forma tan imprevisible, tan injusta. La felicidad humana no parece estar incluida en los designios de la creación. Sólo nosotros, con nuestra capacidad de amor, podemos dar significado al universo indiferente. Con todo, muchos seres humanos poseen la facultad de buscar, y aun de hallar la alegría en cosas simples, como la familia, el trabajo y la esperanza de que las generaciones futuras comprenderán mejor.

Este es el epílogo en voz del profesor Levy de la película Delitos y Faltas de Allen, la he visto estos días con personas a las que quiero y que revolotean por mi mundo con la capacidad de no volverlo indiferente, de otorgar la significación que le puede faltar a mi universo, que extraño cuando reflexiono a solas y se me olvida cuando recuerdo mi independencia, la mayor parte de las veces por absurda o irreal aunque sea una aspiración lícita y vital que defiendo con ganas.

En unas horas partiré a los Pirineos con algunos más, así hasta llegar a 24 entre los locos de sangre y amigos. Es posible que acabemos rodando montaña abajo, lanzándonos las botas unos a otros, mordiéndonos las entretelas o practicando el lanzamiento de cuchillos irónicos que habrá que esquivar con soltura y donaire: un pequeño hotel, nieve, aislamiento y tantas edades revueltas pueden acabar como el rosario de la aurora o como la película del Resplandor, cualquiera sabe. Aunque nunca llegará la sangre al río, lo único que nos derrotó hasta ahora fue la ausencia y la tristeza y el tiempo ha conseguido desempolvarlas. Hace bien su trabajo por mucho que nos joda ser conscientes de él.

Y yo no me perdería este fin de año por nada del mundo, por más que vaya a echar de menos algunas manos y su calor.

¡Dulces días tengais! Y que la dulzura sea eso, dulzura y no mazapán empalagoso e indigesto...

Ya lo vemos.