Cucú cantaba la rana...

Y estos días recuerda una y otra vez la canción de Los Secretos, aquella que escuchaba cuando el mundo le parecía tan ajeno como ahora pero con menos armas porque desconocía a los babilonios y a los escitas, o su paso por las estepas. Y no es que las armas solventen las situaciones pero ayudan a tomar decisiones, ya es algo. Todo tiene un precio, cantaban, y con el tiempo uno acaba por situar el que se está dispuesto a pagar. Baremos, cuestion de baremos. Y el precio subió hasta el extremo de no aceptar nada que le hiciera daño y pudiera ser evitado. Porque hay dolores que nanay, que no se pueden remediar, los que llegan de la mano del azar, asépticos e impersonales, que no vienen dirigidos a nosotros por mucho que nos encandile sentirnos elegidos por la casualidad y pensar que el hecho de ser pensantes nos confiera una relevancia en el universo que ni por asomo. Allá cada cual, uno puede dotar de sentido todo lo que guste si se aburre. Ese tipo de saqueos te cubren de impotencia y suelen desbordar aunque tienen el valor de hacer calibrar las medidas, los baremos de nuevo, porque hay otros daños que no, que no te hacen sentir al pairo, basta con decir hasta aquí el dolor y llevarlo a cabo. No digo que sea fácil pero desde luego sí posible. Y el mundo de lo posible resulta más sencillo de lo que pueda parecer. Ya, las dudas, el engaño del que nos rodeamos, la falta de seguridad o certeza... pero curiosamente no siempre son tantas ni tan determinantes. Suelo pensar que dentro de un ámbito de normalidad (término tomado con pinzas de cirujano loco), si la educación y la emotividad que se recibió fueron válidas, si la vida trancurrió sin demasiados traspiés o si de haberlos no nos rompieron del todo, uno sabe lo que es correcto o adecuado y aquello que nos hace bien. La misma regla se puede aplicar a lo que no nos lo hace. Es un conocimiento simple y tal vez por eso mismo nos neguemos a prestarle atención, algo tan primario no puede funcionar, nos decimos. O que todos tenemos un tanto de sufridores y nos gusta ponerlo a prueba.

No sé a cuento de qué viene todo esto. O sí. A convencerme, siempre la letra escrita me pareció tener un poder que no sucede cuando el aire traspasa las palabras. Se las lleva el viento, decía la canción.


En otro orden de cosas estoy liada hasta la médula, traslado incluido. Os veré en unos días y para entonces tal vez las palabras sean más consistentes. Eso espero. No os perdais, ¿eim? Os dejo con mi rana, regalo de quien sólo me hace bien.

Nuevo inciso: conceden el Nacional de Poesía a García Valdés con su libro Y todos estábamos vivos. Ya dije que los premios oficialistas (todos pues) me escaman mucho pero cuando coinciden conmigo los aplaudo (jeje). Tengo este libro desde hace un año, en él reflexiona sobre la muerte, con toda su carga de tristeza, celebrando la vida, con toda su carga de belleza. En aquel entonces era un tema recurrente en mi cabeza y suele pasar que los mejores libros nos parecen cuando nos leemos en sus páginas... No sé si soy objetiva pero me encantó el libro y me parece que su mención es merecida.