Acogotada

Hoy al levantarme encontré un montón de personajes enredados en el teclado. Ni idea de cómo fueron a parar ahí. Sucede a veces pero procuran mantener un orden, danzando por las páginas de mis libretas o asomando entre los folios a medias escritos, adornados con tachones, esquinas de arañas colgantes y caras esbozadas que dibuja un bolígrafo pensativo y ausente.
Sin esa disposición me resulta difícil reconocerlos, así, amontonados y fuera de un papel, exponiéndonos cara a cara, interrogando el por qué de mi tardanza al trazar su identidad que ahora parece tan deshilachada, tan a medias sus expresiones y cuerpos, los zapatos que calzan, el calor de sus palabras. Y juego con mi pelo anudando los dedos a sus mechones cortos o tamborileo los pies sobre la alfombra frotando las plantas para calmar el cosquilleo que la impaciencia de sus rostros y preguntas provoca. A pesar de que algún día fueran escritos desde mí y por mí, en este momento existe entre nosotros una desconfianza mutua, un recelo no sé si creativo, ¿el descontento de los sin rumbo?. De nada sirve contar de fotografías que coloco en la nevera invirtiendo el orden de los días; de personajes, de carne y hueso, estos sí, que desplazan mi interés del papel al suelo o de como la vida puede llegar a devorar a la escritura con un ansia aún mayor que la de encontrarles su desarrollo e historia certera, la curiosidad de dónde irán a parar a su paso por la hoja. Con ánimo conciliador intento explicarles la lasitud de un tiempo distinto de ese otro medido por palabras y diccionarios, sin la complicación de frases subordinadas o verbos reflexivos, donde la sintaxis puede quedar reducida al aliento que se escapa tras una interjección o de una carcajada que brota por la visión de un delantal casi obsceno en la misma cocina por la que paseo las fotografías. E incluso juego con la cursilería, por tocar su fibra más sensible, y les hablo de pieles entibiadas, la modorra de sábanas húmedas entre los cuerpos y un quinteto de cuerda. Pero no hay remedio y ya sin argumentos les hablo de madres por esencia – Tusquets dixit- la esencia del determinante posesivo en su génesis, repetido hasta la saciedad en conversaciones de escuela y parque y que ya pueden ir olvidando porque nunca tuve ni quise creer en una identidad biológica e inane; va siendo hora de crecer al margen de la mía, de desligarse del cordón umbilical y buscarse sus propias excusas para encontrar un lugar.

Antes de irme al trabajo les dejo discutiendo, caminando por el pasillo como por un teatro de variedades del absurdo e intercambiando sus ropajes. Sólo me cabe esperar la independencia, que antes de la noche hayan decidido hacerse titiriteros y nuestro único contacto sea por cartas enviadas cada 25 de cualquier mes. Inverosímiles ellos.

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Calderón de la Barca.