La carta

Mi muy mío:

Me he dado cuenta de algo, últimamente me preocupa la física. Todo se me va en principios y elementos y aunque a veces se me escape ya aprendí que todo tiene una razón, al menos en mí, que soy la que me entiendo, poco, pero me entiendo. Y en los demás también por más que el juego sea enmascarlas y aquí no se entienda ni dios, él menos que nadie con eso de la personalidad múltiple y la Trinidad que pía. Pobre.


Atravesar una etapa “yoista” no es fácil, no se lo recomiendo ni a mi mejor enemigo, si tuviera, que ese va a ser el problema. De entrada uno se vuelve pesado, dando vueltas hasta en elipse a lo que no tiene vuelta de hoja. Cansarse a sí mismo ya debe ser cansado. Y por otro lado acaba igualmente cansado de aquellos que le recuerdan que cansa, que no lo dicen porque encima van y te quieren pero lo piensan, el yoista se vuelve susceptible y algo paranoico, por poner etiquetas que siempre visten. Ya lo decía el poeta, estar cansado tiene plumas. De forma parecida se vuelve orgulloso y arrogante, de tanto pensar acaba pensando que tiene la razón de su parte porque si no es así... ¿de qué sirve pensar? Y tanto tiempo, además...Eso, sumemos a las etiquetas el mesianismo, ese sí que viste, de Dolce Gabbana. Y las dudas... ¡ay! las dudas, deberían ir en mayúsculas pero hoy me levanté rebelde y no me da la gana hacer más concesiones de las necesarias con ellas que luego se me estiran y me ganan en altura. Para colmo está el sentido, y uno se pregunta ya de qué, porque sabe que poco hay y donde no hay no se puede rascar que decía la abuela. Y por último las justificaciones o las finalidades de la etapa yoista que el yoista busca incesantemente y que tiende a confundir. Aunque confundir hace tiempo que confunde todo y cualquiera sabe.

Y si de justificaciones se trata hay que ver las que me busco para decirte que no te aguanto, que estoy cansada pero más de ti que de mí. Que puedo estar confundida, subidita de tono, egocéntrica, acobardada, asustada, perdida y al borde del no sé qué que probablemente no exista. Pero que esto hace aguas por todas partes y que cuando era pequeña elegí la consistencia de lo sólidos porque los líquidos y los gases me asustaban y que ¡vaya por dios! de nuevo me dió por jugar con ellos. Y que te vayan dando que es gerundio, mucho mejor que los condicionales, ¡dónde va a parar!

Me despido, piedra en mano... nunca más tuya.