2666

Leo la inscripción que escribí: Regalo del amigo invisible, enero 2005. Dos años pues en la estantería. Se acabó, he decidido empezarlo...
He estado prolongando el momento, sólo por una razón, es su última novela, no habrá más tras ésta. Murió poco antes de publicarse el libro. Y yo no era capaz de empezarlo, tras él sólo será posible la relectura, vicio que llevo a cabo con delectación en otros autores pero con él... habría sido mi particular funeral pero ya pasó el tiempo del luto.

Dudé con quién iniciar el blog. Repasaba mis autores fetiches y descubrí algo: todos eran venerables ancianos o estaban muertos – triste conclusión. Salvo Bolaño, él era un autor muerto sí, pero prematuramente, y cuando escribía sus páginas tenía sólo algunos años más que yo, ¡albricias!

La buena literatura es como el buen sexo, uno sabe que puede sumergirse confiado en otro cuerpo, en otra mente, sintiendo que no existirán aristas. Pieles o páginas que nos absorben y consiguen que dejemos de ser nosotros mismos para ser dos. Ese logro requiere tiempo, ningún golpe de efecto que nos distraiga de lo auténtico, un poco de suerte en la elección del amante-autor y entrega. Y al menos en la literatura actual reniego de casi todos los autores jóvenes. Adolecen del mismo mal que nuestros tiempos: la prisa-prosa sonajero (término acuñado por Marsé, siempre me hizo sonreir por lo certero).

"Las mujeres son putas asesinas, Max, son monos ateridos de frío que contemplan el horizonte desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en la oscuridad, llorando, indagando las palabras que nunca podrán decir". Fue lo primero que leí de él, pertenece a uno de sus libros de cuentos, Putas Asesinas. La descripción llamó mi atención, sólo quedaba por ver si el cuento sería capaz de mantenerla. Y lo hizo. Para colmo el escritor era lo suficientemente perspicaz como para mostrar en unas breves páginas que monos ateridos somos todos y tratar de cobijarnos en árboles menos enfermos es tarea común al ser humano. Tras estos cuentos vinieron el resto (El polícia de las ratas, creo recordar que en el Gaucho Insufrible; un ejercicio de inventiva que me sorprendió), unas conferencias sobre literatura y enfermedad tan puñeteramente lúcidas y sarcásticas que ganas daban de tener una enfermedad crónica para ver la luz. Y por último sus novelas, de las que hasta el momento me quedo con Los Detectives Salvajes. Aunque ésta de 2666 promete, apenas llevo cincuenta páginas y ya ando sumergida en el mundo de unos profesores de literatura chiflados, obsesivos en sus indagaciones literarias y vitales sin que ninguna escape a la otra.

Original, brillante, puñetero, tierno, irónico, con conocimientos que en él parecen tan sencillos como el respirar, revelador de las naturalezas humanas a través de personajes que por delirantes y extravagantes se nos hacen aún más cercanos... y todo esto con una prosa abigarrada, poética, fluida, embebida en sí misma... el armazón invisible que yo echo de menos al leer algunas páginas.

A veces me creía pésimo, a veces fracasado, pero siempre un escritor. Bolaño

"Que os llueva finito", diría su Gaucho.