De amanuenses

Volveremos de las ciudades quemadas
y seremos los fantasmas de nuestras propias
palabras.

Leopoldo Mª Panero

Y perdió el manual de instrucciones, siempre sucede al nacer, entre ombligos y comadronas es fácil extraviarlo porque nadie está pendiente de algo que luego se verá imprescindible. Aunque eso sería luego. Llegado a un punto - meridiano o más bien paralelo por lo oblicuo- de su vida comenzó a escribir otro que reemplazara al perdido. Le gustaban las letras capitulares, al estilo de los códices y escribas. Ese fue el inicio, durante un tiempo las delineaba sin descanso buscando la forma y los rasgos más apropiados que definieran con exactitud lo que escribiría a continuación. Y después ya no supo como hacerlo. Pero todos sus cuadernos repletos de letras capitales en cada nueva página.

No estás, ya, y te extraño entre esta marabunta de días con Fred Astaire a la cabeza de nuestro baile. Extraño tu forma de preguntar y tus gestos indescifrables y mi piel se va volviendo oscura entre mares o líquenes y no estás para decirme que me sienta bien el color tostado, que aleja la palidez de mi sombra. Supe de un personaje que poseía media sombra y ahora no puedo evitar identificarme con él porque la miro y no logro verla completa. No la pisaría aun si corriera tras ella. Y debe ser por todo esto por lo que te extraño. O quizás porque a mi sombra le gusta menguar en sombra chinesca y recuerdo alguna trazada en mi cuerpo por ti, como membranas del esqueleto, adheridas a él.

No, sigo sin querer ser ese fantasma que retorna de ciudades quemadas donde no hay más que palabras. No me basta la usura de los días, la parte de un todo fermentado que acaba por no ser nada ni nadie.

Pero a veces te extraño.